viernes, 30 de enero de 2009

Una nueva entrada pelotuda.

Un cigarrillo, y otro, y otro más. Y te espero, siempre te espero.
Afuera llueve lentamente. El agua empapa la ciudad y malcría mis oídos. Te pienso, se me da por recordarte una vez más.
Estás lejos, lo sé, puedo sentirlo. Tan lejos como el lugar de donde vienen las gotas.
El humo, la ventana, el olor a lluvia, una hoja anémica, extrañarte de manera insoportable, guns and roses de fondo.
¿Qué más se puede pedir?
La ciudad está gris, y me gusta, me gusta cuando se parece a mi interior.

lunes, 26 de enero de 2009

Pude fotografiar los detalles y estremecerme con ellos. Pude enojarme con el sol y quemarme con la arena. Pude fascinarme con la bellaza del mar. Pude respirar soledad en compañía, tranquilidad en descontrol, diversión en monotonía. Pude perderme entre la gente, llenarme de intriga, imaginarme sus vidas. Pude no dejar de sorprenderme. Pude ver a la cultura en la cima de la montaña, y pude también sentir que se nos va a cualquier parte. Pude marearme con desconocidos y observarlos desde lejos. Pude sentir que no encajaba. Pude tener ganas de agarrar una mochila y volar. Pude sentir el eco de mis pasos y soñar con abrazos. Pude buscar pero no siempre pude encontrar. Pude llenarme de nostalgia a la hora de volver.

domingo, 25 de enero de 2009

Furtivo.

Todo parecía marchar perfecto.
El sol se encontraba en su lugar, el mar también y no existían ya responsabilidades. Las calles en el mismo sitio, intactas, ardientes.
Los negocios, la gente apresurada, todo igual que siempre.
Sin embargo, algo andaba mal, algo había cambiado. No se trataba de nada visible, ni exterior, ni superficial. No era el paisaje, ni el aire, ni las nubes.
Pero algo, créanme, había cambiado.

miércoles, 14 de enero de 2009

Le consagraba la vida.

Su vida, como la de todos, cuenta con infinitos detalles íntimos que quizás para ajenos resulten extraños, muchísimos serían incapaces de entenderlo, sin embargo ella vive segura, intentando vanamente borrar su pasado, sabiendo perfectamente que los hechos no cuentan con vuelta atrás y que correctos o no, se había entregado completamente al impulso de su alma.
Haciendo una mirada al pasado podemos observar claramente una mancha incandescente en su adolescencia de la mano de un rubio exagerado. Lo cierto es que aquel jovencito, ya transformado íntegramente en un hombre, se encargó lentamente de volarle la cabeza, de rasgarle el corazón y arañarle las entrañas.
Se enamoró completamente de él, hasta el extremo de aguantarse el dolor que le envenenaba la sangre, cada vez que éste decidía regalarle un mal instante. Con el correr del tiempo la relación se desgastaba perseverantemente, quizás por la agobiante rutina, y acabó, de manera irreversible, aquella primavera en la que él decidió pagarle con una moneda que ella nunca entregó.
A pesar de todo el sufrimiento que aquello le ocasionaba, aceptó a duras penas el segundo lugar, asumiendo que era la única manera de no alejarse del amor, ‘no afortunado’, de su vida.
Terminaban en algún hotel alguna noche, de vez en cuando y aún así, sabiendo que durante el día tendría soledad, se conformaba únicamente con esas madrugadas en las que olvidaban el mundo, entendiendo por sobre todas las cosas que no era suyo, que no le pertenecía.
Algunas veces ella también intentaba conocer otras almas, experimentar otra carne. Buscaba sustento en cada cama y finalizaba siempre en el mismo sitio, como una eterna enamorada de quien no la merecía.
Se sentía usada a veces y otras tantas lo sentía muy poca cosa.
Vivió, con y sin él, infinitos momentos que permanecen tallados fuertemente en su historia, para siempre en su memoria.
Muchísimas madrugadas las pasó en vela, pensándolo, derramando algunas lágrimas y odiando esta vida, la que le ha tocado. Algunas otras lo cargaba en su coche, le regalaba espontaneidades y acababan de la única forma que podían acabar, desnudos hasta el amanecer.

lunes, 12 de enero de 2009

Había tanta gente como migajas de arena, y siempre me causaron rechazo ese tipo de lugares.
Me asfixian. Me desorientan. No me agradan.
Deseaba tranquilidad.
Es cierto, lo importante es la compañía.
Amigas (debería ir en mayúsculas), sol, playa, un cielo inmenso y sereno, tan calmo como el río en el que se reflejaba.
Eso interesaba.
Pero la soledad… la soledad se lleva en el alma.

domingo, 4 de enero de 2009

HASTA QUEDAR EN EL OLVIDO

En este instante una persona se encuentra caminando las calles de Londres bajo aquella luna inmóvil, cual moneda de plata y al mismo tiempo un turista se insola bajo el más radiante y hermoso sol. Un yankee lee el diario en New York y en Baires todos caminan con taquicardia. En ese hospital aquel viejo pelea por su vida y en la entrada un pordiosero muere de hambre y frío. En un rincón alguien se ríe desquiciadamente y en otro se deshidratan hasta los huesos por llorar. En Venecia o en Orlando, en Bohemia o en Piamonte, en Capital o en el campo. Algunas saborean un café en Madrid, otras disfrutan la torre Eiffel en París. Un chino se muere de amor y, a su vez, un gallego sufre por su despertador. Miles de almas están haciendo lo que te imagines y lo que no te imagines lo están haciendo también.
Catalina se encuentra tirada sobre un banco desgarrado de una plaza mal cuidada, ateniéndose simple y profundamente a soñar. En sus piernas apoya su cuaderno cómplice lleno de hojas amarillas y entre sus dedos una lapicera con la punta tan carcomida como sus uñas.
Describir su interior es casi tan difícil como entender al mundo. Lo que corre por su sangre no cabe en ningún texto, en ninguna oración. Es intenso, extraño. Vertiginoso y vasto.
Observa a los seres y la sensación aumenta, se intensifica. Los siente tan ingratos frente al respirar. Tan inocuos frente al constante desperdicio del tiempo. Aún así sigue observando, naufragando en las miradas, inventando almas. Se pierde en la nostalgia que desparraman los ojos de un hombre con años de perseverancia y otros tantos de resignación. Y nunca, pero nunca, cae en la ingenuidad de abandonar el pensamiento, de no darse el gusto de continuar descubriendo.
Al cabo de leer y a su vez aprender tanto de la simple mirada de aquel viejo cansado, le inunda la visión una nueva escena que trae consigo dos jovencitos muertos de amor y, en lugar de especular, elige agachar su cabeza.
Frente a tantas situaciones que la invitan a la reflexión, concluye hundiéndose en pensamientos ácidos, aquellos que le informan a gritos lo ínfima que es en el mundo y lo sola que se encuentra.
Cata, está acostumbrada a excluir ahogos y a tragar con fuerza, entonces sube su par de ojos miel e intenta afrontar la realidad.
La plaza es algo así como un pabellón de sueños, cargado de árboles eternos que sirven para hospedar a las gaviotas y también para regalarte el aire más puro. Completan aquel hermoso paisaje objetos de colores que les roban sonrisas a los niños y algunos banquitos prehistóricos.
Abre su bolso desarreglado y extrae su cámara fotográfica para perpetuar todo aquello. Así es ella: ama la fotografía, la música, los jazmines, la lluvia, las palabras, el café y por sobre todas las cosas las miradas, sabe en lo más profundo que cada pupila esconde una historia y es a eso a lo que dedica su tiempo libre, a descubrirlas y a tatuarlas sobre el papel.
Extiende entonces sus piernas y mientras transita, entre flashes y retinas, declara al lugar demasiado grande, a la cuidad demasiado inmensa como para poder tenerla en cuenta.
Se siente, básicamente, sola e incomprendida y lamentablemente no se equivoca.
La vida no la percibe, pero ella continúa con pasos lentos y seguros hasta perderse en el horizonte, hasta quedar en el olvido.
Todo aquello no cabía en ningún texto, en ninguna oración, pero, irónicamente, sí en una palabra: Catalina.

jueves, 1 de enero de 2009

INCERTIDUMBRE

¿Hace falta, luego de leer el titulo, alguna explicación?
Yo creo que no, es demasiado evidente.
A veces, nos empeñamos en gastar letritas y letritas para describir la misma sensación que es capaz de transmitirte una simple palabra.