martes, 29 de julio de 2008

Crónica de una fuga anunciada.

Tengo una idea. Cuando llegue aquel día de noviembre, voy a trepar vehemente el colectivo que me lleve hasta Rosario, mis viejos pensaran que será una visita más que le hago a mi hermana mayor con el fin de ir a comprar ropa de la próxima estación y si es posible encontrar ‘esa’ remerita que tanto me gusta y nunca la hallaría en el lugar donde vivimos. Vos, por tu lado, levantate a eso de las once, pegate una ducha bien helada, calzate la camisa que más me gusta y solicita un taxi que te transporte directamente hacia la Terminal, le pagas al chofer unos cuatro pesos aproximadamente y te sentas en uno de esos banquitos llenos de mensajes románticos a releer tus apuntes de derecho.
Cuando casi quieras acordar llegara un colectivo lleno de inscripciones y en una de las últimas ventanillas me veras con mi libro de Borges a medio terminar.
Nuestro encuentro será casual, como nunca pero siempre hacemos. Me murmuraras al oído una frase inteligente, de esas que se clavan en el pecho, te responderé con una sonrisa cómplice y sin querer remontaremos el mismo auto hasta Parque Independencia. Caminaremos media cuadra en silencio, hasta que hartos de la actuación nos daremos por vencidos con un beso cargado de adrenalina, deseando que nadie nos reconozca. Seguiremos por Oroño unas cuantas cuadras presos de la felicidad producto de la destrucción de la distancia, pero la disimularemos perfectamente hasta llegar a Pelegrini y encontrarnos, al fin, con tu departamento.
Me pedirás sutilmente fuego, con un acento Rosarino, te lo entregaría, haciéndonos los indiferentes, y de paso me encendería yo un cigarrillo intentando destruir los nervios del momento.
También aprovecharía el trayecto para llamar a mi hermana y contarle que mi plan estaba saliendo tan bien como lo pensamos tiempo atrás, decirle que la amo y que iba a ser la primera en enterarse de todos los detalles.
Al cabo de unos minutos no incómodos, llegaríamos a destino que casualmente también sería el mismo, como nunca pero siempre sucede. Nos abrazaríamos, como dos seres que se aman locamente los cuatro pisos en el ascensor y finalmente ingresaría a tu departamento, estilo bohemio, como por primera vez pero siempre hago.

Allí seriamos libres, sabiendo que el resto del mundo está distraído y no reparan en nosotros. Conversaríamos horas, café y Sabina de por medio, como nunca pero siempre hacemos. Compartiríamos anécdotas graciosas y días rutinarios, nos burlaríamos de algún amigo borracho que se mando alguna graciosa el fin de semana anterior, manifestaríamos nuestro deseo inútil de conocer París y Notre Dame y, por supuesto, alabaríamos llenos de admiración una vez más a nuestro ídolo en común, esperando que lleguen las diez y las once y las doce y la una para verlo a metros de distancia en el recital que nos unía y además me convirtió en prófuga como nunca pero siempre me encuentro.
Derramaríamos sobre la mesa el poco dinero que tendríamos, nos alcanzaría apenas para la entrada, mi pasaje de regreso y por suerte, una chirolitas para el café en 'Batatas y poemas', a la vuelta del espectáculo.
Mi bolso era un nido de gaviotas, los dos llevamos un inventario a cuestas y hasta nuestras calles se llaman melancolía, entonces supongo que vale la mentira más o menos piadosa que decido afrontar.
Cuando estemos frente al más grande y al son de ‘peor para el sol’ yo desprendería una sonrisa como pocas de las mías y nadie comprendería lo feliz que estaría al saber que Joaquín se encontraba a mi lado. Porque nunca nadie va a entender lo que tenemos, porque nunca nadie va a entender quiénes somos cuando estamos juntos, porque, gracias a dios, nunca vamos a tener que explicárselo a nadie.
Como lo planeamos, a la vuelta y casi sin voz, nos detendríamos en el barcito, a tomarnos un café y otra vez surgirían las palabras, que al fin y al cabo fueron ellas las que nos unieron imprescindiblemente no hace demasiado tiempo atrás.
Finalizando nuestro tembloroso día, a eso de las tres de la madrugada arribaríamos nuevamente tu lecho (como nunca pero siempre hacemos) y después, como dice Joaquincito,
para qué más detalles.

1 comentario:

Ale dijo...

Buena descripción de sus fantasías :)

Está bueno escribirlo.

A mí también me gustó tu blog

Besos