Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando Madrid empezaba a amanecer. En la radio Joaquin entonaba ‘Alla donde se cruzan los caminos’ y ella no tenía sueño sino la ardiente e inexorable necesidad de soledad. Fue allí mismo cuando se colgó la bandolera sobre su hombro cansado y salió a volar, no como las pájaros, de la manera que ella sabía hacerlo, más alto. Los edificios traían nostalgia, la extraña añoranza de aquello que hasta ese momento, resultaba imposible. Las preguntas existencialmente necesarias y no por eso menos angustiosas, esas certezas ineludibles para los de carne y hueso. Y entonces, cuando sus heridas parecían sangrar por los años, llegó el momento de llorar, repentinamente y sin motivos, aunque, inconcientemente, exahusta de ellos. Extrañaba a un desconocido, sí, era realmente una locura para los que creen en la cordura. Estaba lejos, triste, sola: buscando amor. Aferrada a una historia totalmente lejana a la realidad, a España, al humo, a esos caminos bohemios repletos de gallegos simpáticos. Necesitaba a un argentino que, luego del atlántico, en el otro continente, no sabía de su existencia y transitaba Buenos Aires apurado. Algunas veces hacía barquitos de papel y soñaba con ir a buscarlo por las callecitas porteñas, para decirle, entre la gente, que lo necesitaba para vivir . Otras, escribía su propia historia en un papel sólo para sentirse la protagonista de un cuento de amor donde exponía su tímido y loco deseo por un hombre que nunca conoció y que jamás supo de sus sueños, pero que, de cualquier manera, amaba con locura. Bendita sea la distancia capaz de consolitar tanta magia, maldita también la que provoca dolor.
6 comentarios:
Sigo leyendo.
Me ha encantado.
Un saludo.
Me encantó
qué extraño pero fuerte resulta a veces el amor a un desconocido ...
Debo admitir que Joaquin Sabina me hace acordar a vos, jaja.
Pq el otro dia pusiste algo en el facebook creo jajaja, besos
Seguramente es a vos a quién Joaquín le escribió "te morías por volver, con la frente marchita cantaba Gardel" :)
Ya me había olvidado lo bien que escribías
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