miércoles, 23 de diciembre de 2009

La nostalgia que arrastra (inevitablemente) el día Domingo…

Un mismo amanecer, sólo que junto a la despedida efímera de una rutina que ya es pasado y la bienvenida inexorable a su nueva improvisación. La soledad de las calles repercute en el alma, como una foto vieja que opaca la retina.

Restos de suspiros cotidianos, el recuerdo de un cielo distinto, cenizas que caen sobre nosotros.

Algo así como encontrarse con uno mismo, tomar conciencia del existencialismo, respirar pacíficamente –al menos una vez-, desconectarse un momento de lo frívolo y superficial, para entonces pensar y sentir aquello que por vivir corriendo hemos postergado.

La ausencia, la melancolía, el tedio, la tristeza, el cansancio, la resaca, el silencio: todos estos sentimientos, incluso el color gris y los poemas de amor, deberían llamarse Domingo.

6 comentarios:

BLUEKITTY dijo...

Hubo una época en la cual odiaba los domingos... creo que de hecho en el fondo lo sigo haciendo, me aterra encontrarme sola un domingo. Y la verdad es que no sé por qué.
Hoy siempre trato de disfrazarlos con mucho ruido y gente querida alrededor y cosas divertidas por hacer. Siempre tengo un plan para el domingo.

aapayés dijo...

Deseo que tengas unas fiestas navideñas y de un año 2010.. maravillosas con tu familia..

Un abrazo
Saludos fraternos.


Passando para desejar um ótimo Natal, com muita saude, alegrias e coisas boas...

Que Papai Noel, te traga tudo que vc desejou e mais alguma coisa que tu esqueceu...

bjs e boas Festas!

Beijinhos

Un abrazo
Saludos fraternos.

enne dijo...

La muerte de la semana, melancólica, lenta, y deprimente, que espera renacer en un lunes que deje buen sabor de boca tras el desayuno.

Soledad Di Pasquale dijo...

Cuanto odio los domingos. pffffff

feliz 2010!

Anfitrión dijo...

El domingo es el punto más lejano en que orbita nuestro espíritu. Lejos de la tensión del deber, las muecas programadas y la canción de moda que no dejamos de silbar. Allá lejos el espiritu se confiesa pegando gritos al infinito que le devuelve ecos de su propia voz.

Buena vida!

Flor Baliña dijo...

No importa si llueve o si hay un sol tremendo, los domingos inevitablemente tiran para abajo! Me gustó mucho este texto en particular y tu blog en general.

Un beso!