Se plantó frente al mar, a conversar con las olas en silencio y disfrutar del mutismo más cálido de toda la temporada. Era muy tarde y la madrugada estaba fría, pero la escena era hermosa. No sentía nada más que la balada constante que reproducía el tropezar de las rompientes.
Entre puchos y espectáculo, su mente transitaba a un ritmo vertiginoso, pretendiendo hallar algunas respuestas pendientes. Intentaba ser racional, sin embargo olvidó que algunas cosas no se revelan en absoluto, jamás. Archivó sus dudas en el bolso, argumentando que serían eternas, que carecían de explicación, y mientras tanto buscaba fuego para colmarse nuevamente de humo.
Se merecía aquel perfecto relax después de un año tan agitado. Podría quedarse allí por el resto de los días, era capaz de entregarle su propia vida al mar.
Ella amaba la pintura, el matiz, la fusión de los colores. De hecho se encontraba en la costa por haber sido la ganadora de un concurso de arte callejero. Había elegido viajar sola, siempre fue muy independiente, desde chica disfrutaba de la soledad. Su tiempo libre lo dedicaba completamente a improvisar paisajes, o volcar con su pincel, absurdos trazos íntimos que se le ocurrían mágicamente. Era admirable. Por supuesto que aquella madrugada sería su próxima obra de arte, el cuadro perfecto para una soñadora por vocación.
Respiraba un pacífico enero que le colmaba el alma y se embriagaba con la tranquilidad de tantas estrellas. Supo, aquel verano, que existían circunstancias que superan nuestra existencia, que no se comparan con nada.
Apareció repentinamente, y para revolucionar su emocionante calma, un flaquito con alma de bohemio, que contaba con sus mismas prioridades. A veces, a la vida le agarra un ataque de ansiosa generosidad y se le da por regalarnos deliciosas casualidades.
Le pidió fuego, como quien no quiere la cosa, y entablo una delirante conversación, tan delirante como ellos mismos, tan soñadora que erizaba la piel. Le agregó a sus habladurías un sonido aplacador con las cuerdas de su guitarra, y la noche parecía ser, ola tras ola, una utopía fascinante, un sueño extrañamente real.
Hacía demasiado tiempo que no sonreía con esa euforia, por poco desde que era adolescente y aún no le habían roto el corazón.
Las conversaciones que surgían eran múltiples, bañadas de magia y dignas de ser contadas únicamente, frente al mar. Porque únicamente frente al mar se juntan personas como ellos. Porque es únicamente el mar el sacerdote perfecto para formularles la pregunta que los unirá eternamente.
Entre puchos y espectáculo, su mente transitaba a un ritmo vertiginoso, pretendiendo hallar algunas respuestas pendientes. Intentaba ser racional, sin embargo olvidó que algunas cosas no se revelan en absoluto, jamás. Archivó sus dudas en el bolso, argumentando que serían eternas, que carecían de explicación, y mientras tanto buscaba fuego para colmarse nuevamente de humo.
Se merecía aquel perfecto relax después de un año tan agitado. Podría quedarse allí por el resto de los días, era capaz de entregarle su propia vida al mar.
Ella amaba la pintura, el matiz, la fusión de los colores. De hecho se encontraba en la costa por haber sido la ganadora de un concurso de arte callejero. Había elegido viajar sola, siempre fue muy independiente, desde chica disfrutaba de la soledad. Su tiempo libre lo dedicaba completamente a improvisar paisajes, o volcar con su pincel, absurdos trazos íntimos que se le ocurrían mágicamente. Era admirable. Por supuesto que aquella madrugada sería su próxima obra de arte, el cuadro perfecto para una soñadora por vocación.
Respiraba un pacífico enero que le colmaba el alma y se embriagaba con la tranquilidad de tantas estrellas. Supo, aquel verano, que existían circunstancias que superan nuestra existencia, que no se comparan con nada.
Apareció repentinamente, y para revolucionar su emocionante calma, un flaquito con alma de bohemio, que contaba con sus mismas prioridades. A veces, a la vida le agarra un ataque de ansiosa generosidad y se le da por regalarnos deliciosas casualidades.
Le pidió fuego, como quien no quiere la cosa, y entablo una delirante conversación, tan delirante como ellos mismos, tan soñadora que erizaba la piel. Le agregó a sus habladurías un sonido aplacador con las cuerdas de su guitarra, y la noche parecía ser, ola tras ola, una utopía fascinante, un sueño extrañamente real.
Hacía demasiado tiempo que no sonreía con esa euforia, por poco desde que era adolescente y aún no le habían roto el corazón.
Las conversaciones que surgían eran múltiples, bañadas de magia y dignas de ser contadas únicamente, frente al mar. Porque únicamente frente al mar se juntan personas como ellos. Porque es únicamente el mar el sacerdote perfecto para formularles la pregunta que los unirá eternamente.
3 comentarios:
Me encantó la frase "a la vida le agarra un ataque de ansiosa generosidad y se le da por regalarnos deliciosas casualidades."
Creo que sin esas casualidades la vida sería demasiado dura de vivir.
simplemente magico
qe hermosa historia
llena de magia, ficción y un toqe de realidad
simplemente me encanto
besitos!
Publicar un comentario