Soy esto que no sabés ver: mezcla absurda de cielos y abismos, de silencios que aturden el alma. Conjunto de matices inquietos que garabatean el horizonte de mi vida y fantasías que no son más que eso, cobardes. Soy la aventura y el miedo, latiendo eufóricamente a la par. Esencia e improvisación. Descanso en el amor que no te supe dar y canjeo culpas por bocanadas de humo.
Acá estoy, luchando con la retórica para explicarte eso que yo tampoco entiendo, fabricando respuestas. Vistazo distorsionado que enreda itinerarios. Soy tristeza y contradicción del mismo modo que risa exagerada, no te confundas.
Y además, me encuentro en cada gota de lluvia ácida, en cada enigma existencial, en los libros que nadie lee y en las pinturas que nadie mira y en todas esas palabras que pretenden ser y buscan vehementes un futuro neologismo.
A su vez, coexisto en el unísono de cada ola destrozada y de las lunas llenas partidas por la mitad, en las copas de vino y en las tazas de café, tanto como en las madrugadas de otoño y en el paso del tiempo, discutiendo con las agujas del reloj. Me veo ir a todos lados y no estoy en ninguna parte.
Me eclipso, cada tanto, casi siempre, en el interior de los caminos de mi pueblo querido, olfateando el dulce aroma de la soledad, buscando lo de siempre, esperando encontrarte, esperando, esperando, en la espera, viviendo.
Pero muchas otras veces no estoy, no me busques, no intentes encontrarme, viajo lejos, muy lejos a una hoja de papel, me refugio en poemas sin sentido y me abrazo fuerte a cada uno de mis sueños.