martes, 26 de agosto de 2008



Viajamos juntos en el tren de vagones gastados.
No teníamos, como el común de la gente, nuestro destino planeado. Tampoco pensábamos en detalle lo que hacíamos, tal vez aquello fue la causa principal para encontrarnos tan similares. Subíamos y bajábamos incansablemente. Teníamos apenas para el boleto y un bocado. Sin embargo no nos hartábamos de sonreír.
Éramos simplemente conscientes de que esta vida es irrepetible y cambiar nuestro rostro nos convertía en seres desagradecidos, incapaces de apreciar la hermosura de los paisajes que colmaban aquellas ventanas roñosas.
Especulaban, pero no, no estábamos repletos de incertidumbre.
Nuestra mente se encontraba tan clara como el cielo frente al mar, simplemente poseíamos distintos privilegios.
Algunos disfrutaban de calificarnos como locos e inconscientes, otros sonreían al vernos y liberaban un ‘pobre gente’ que los cargaba de afecto propio.
Nosotros afortunadamente no necesitábamos sus calificativos ni su lástima, nos sentíamos tranquilos y cómodos con nuestras ideas.
La discrepancia radicaba sólidamente en la capacidad de ver más allá de lo que realmente ellos acostumbraban a mirar.

lunes, 25 de agosto de 2008

Sentarse, adecuarse, mimarse el cabello, pulirse el ojo, respirar recóndito, bostezar, naufragar por la mente y escribir.
Lo primero que aparezca en la mente, simplemente escribir. Regalarle libertar a las letras hermosas para que brillen como solo ellas saben hacerlo.
Combinarlas en cualquier sentido para fabricar una realidad a elección, lejos o cerca de la que realmente coexiste, pero aquello es maravillosamente lo que menos interesa.
Darle el gusto a tus dedos de que se muevan para donde prefieran y agradecerle a tus neuronas por facilitarle la orden.
Tirarlas con seguridad, esclavizarlas, secuestrarlas en el papel y transformarlas en inmortales
.
Un deleite que quita tiempo
, requiere atención y apacigua el alma.
La protesta que carecerá de importancia.
Los gritos hacia el mundo más sordo.
El conjunto de oraciones que pasaran de moda.
Sabemos que la vida indefectiblemente se ampliara marchando continuamente, sin pausa y que pocos tendrán la grandeza de detenerse a observar.
Ellas, sin embargo, quedaran inmóviles, pasivas, ocuparan respetuosamente el lugar que les asignaron, porque ellas tienen una autoestima indestructible, porque solo ellas saben lo que valen para este corazón cansado.

domingo, 24 de agosto de 2008

Reite, reite hasta dar a conocer tus muelas. Hasta que el aire se escape y las lágrimas comiencen a salir. Hasta que sin darte cuenta robaste alguna otra sonrisa. Reite continuamente hasta de lo que no cause, hasta que te cataloguen como una desquiciada.
Reite de la vida hasta que se sienta inhibida y te deje de molestar.

domingo, 17 de agosto de 2008


Resonaba levemente entre aquellas paredes engreídas un tango de época, lleno de reflexión. Los pasos se encargaban de gastar aún más el embaldosado del lugar. Inundaba también un fuerte olor a perfume barato mezclado con el acre aroma del tabaco. El clima era silencioso, de sobras distendido y aplicando un mirada fugaz se podía deducir enseguida que sus colores no son más que la gran variedad de oscuros matizados por un rojo incandescente.
Los más fieles compañeros del ambiente eran, sin dudas, el cigarrillo y el tequila. Su gente, llevaba en general el mismo estilo, eran grandes soñadores con pasos que imploran a gritos cambios jamás resueltos y una visión distinta de la realidad. Entre ellos se encontraba Magdalena, cargada de sueños y delirios que diariamente intentaba concretar. Ella amaba el tango tanto como a la relación carnal que profesaba con su compañero de pasos y figuras, Joaquín.
Bailaba, como cualquier acción que esconde una pasión, magníficamente. Su vestido negro y sus zapatos de tacón cercenados por un lazo rojo sangre conformaban indudablemente un cóctel perfecto.
Sin embargo, el talento y la tranquilidad que habitaba en aquel salón arcaico eran destruidos por la mente de Magdalena que no se atrevía a abandonar, ni siquiera por amor propio, la obsesión creada por Amadeo, un hombre que desde jovencito se adueño de su alma.
La torturaba la idea de recordarlo, aún sabiendo que, cuando llegaba la noche, no le faltaba compañero al otro lado de la cama.
Era maduramente consciente de que las emociones que le provocaban aquellos hombres eran distintas, distintas sonrisas las que le robaban, distintos amores los que la atormentaban y por supuesto futuros completamente diferentes.
Por un lado, Joaquín, piel, cama, adrenalina, cuerpos entrelazados, sexo, tacto, magia, un lindo amanecer y una tarde en soledad.
Por el otro, momentos imborrables, sonrisas sinceras, revolución interior, brillo en los ojos, Amadeo, el amor que marco su vida y jamás ganaría un lugar en el olvido.
Los suaves pasos de Magdalena gritaban basta a los recuerdos, pedían desesperadamente un abrazo de Amadeo o una cama a donde ir con Joaquín.
Aquella noche, presa de la melancolía, no hizo más que beber ilimitadamente su querido tequila intentando olvidar.
Joaquín aprovecho la situación y acabaron donde todos imaginan.
Luego de una noche agitada y una resaca intolerable, decidió ponerle fin a la confusión insoportable que le envenenaba la paz que el tango felizmente le suministraba.
Prefirió, por el natural masoquismo humano, lo prohibido. Entonces encendió firmemente un cigarrillo con sus manos estremecidas por la mala pasada que le jugaban los nervios y caminó con una seguridad indestructible en busca de aquel abrazo que soñó durante tantísimos años cada instante que movía sus piernas al son de ‘fuimos’ de la mano de aquel que le prometía un refugio.

viernes, 15 de agosto de 2008

¿Nunca te sentiste tan solo que pensaste que nada era capaz de llenarte?
¿Te invadió alguna vez la incomprensión hasta el punto que se destruyeron una a una tus palabras y te aliaste con el silencio porque de todas formas nadie iba a entender?
¿Asumiste tantos errores hasta que te hartaste de vos mismo y te humedeciste con lágrimas que nadie percibía?
¿Actuaste por despecho?
¿Encontraste un refugio?
¿Creíste ser verdaderamente un desastre incorregible?
¿Tuviste la autoestima por el piso?
¿Observaste más allá de una mirada?
¿Te fastidio la mediocridad del mundo?
¿Creíste ser tan distinto al resto que solamente pretendías dormir?
¿Faltaron en tu rutina horas de sueño y ganas?
¿Te diste cuenta que no encajabas?
¿Mentiste cuando sonreías?
¿El insomnio se burlo de vos?
¿Rogaste fin a la falsedad humana?
¿Soñaste hasta que te ahogo la frustración?
¿No imaginaste el futuro sin esa persona?
¿Aquella madrugada también te dolió?
¿No supiste para qué lado marchar?
¿Te colmaste de bronca?
¿De impotencia?
¿Reíste hasta las lágrimas?
¿Lloraste hasta la risita?

jueves, 14 de agosto de 2008

Impotencia es lo que nació preponderantemente en mi interior no mucho después de observar aquel brillo candente de sus enormes ojos castaños. La impotencia radica en que aquel brillo no es precisamente producto de una emocionante felicidad, sino todo lo contrario.
Impotencia al darme cuenta de que el dolor interno le rasgaba el corazón, le arañaba lentamente las entrañas y ninguno de ellos fue capaz de notarlo.
Todos continuaban radiantes su inútil rutina, pero nadie tuvo el valor de abstraerse y observar al menos un instante lo que gritaban enardecidos aquellos ojos.
Sentirme tan incapaz, tan incompetente, al no encontrar la solución a todo aquello que la atormentaba fue, sin dudas, la causa da la más insoportable impotencia que se encargo de arruinarme mi miércoles por la noche.
Lo cierto es que me agobia pensar que la chica del banco siguiente tendrá que continuar sobreviviendo, no a un mal miércoles, sino a un día a día que no hace más que destruirla, aún contra su voluntad.
Comprendí entonces que mis teorías son ciertas:
‘siempre quien más da, es justamente quien más necesita’.

lunes, 11 de agosto de 2008

Para olvidar...

Hacer fuerza, respirar hondo, presionar las muelas, tragarse una a una las lágrimas, observar, tomarse un lexotanil, no pensar tanto, empujar aquel nudo de tu frágil garganta, pelearle a las ganas, morderte las uñas, volver a tomar aire, oír una canción que nos identifique, escribir la gramática de su ausencia, aguantar, esperar la revancha, rogarle a la vida, continuar, amontonar fuerzas, oxigenar nuevamente, inventar una sonrisa, implorar el Alzheimer.

domingo, 10 de agosto de 2008

Me siento tranquila de saber que en la escritura siempre voy a encontrar un refugio, ya sea de la comprensión como de la incomprensión, de la diversión como del aburrimiento, de lo maravilloso como de lo absurdo.
Estoy enamorándome, poco a poco, de este hábito y me pone contenta el saber que es un vicio sano y que, supongo, no me traerá efectos negativos.
Mientras dejo fluir libremente las palabras en el papel respiro una alegría al saber que me dejo llevar por lo que me empujan mis ganas sin que califiquen mi trabajo ni que me impongan horarios que muchas veces no estoy con ganas de respetar.
Me estoy dando el gusto de hundirme en el mundo de las letras, aquel que felizmente llevo tatuado en la carne, los huesos y la sangre.

viernes, 1 de agosto de 2008

Un cansancio interior se apodero de mi esta noche lánguida. Las luces de la ciudad comienzan poco a poco a extinguirse, el sonido del exterior disminuye y hasta los perros se hartaron de ladrar. Me invade una ridícula luz que se encarga simplemente de darle un tenue brillo a mis palabras y el leve sonido de la música francesa, me inunda los oídos y me obliga a escribir. Además irrumpe en mi interior la sensación de vacío, como si ya nada pudiese llenarme el alma, como si los días pasaran fugazmente como un estúpido film que nadie mira, que a nadie le interesa y yo la protagonista que pasa desapercibida y cansada de la imitación de siempre se resigna inútilmente a dejarlos transitar. Como si ya no coexistiera nada maravilloso por lo cual esperar ansiosa y feliz. Como si las esperanzas estuviesen completamente mutiladas.Como si la que era se hubiese tomado unas mini-vacaciones esta noche invernal. Entonces solo me resta esperar a que regrese lo más pronto posible de sus días libres y juntas volvamos a brillar.